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Cerramos los martes

El prostíbulo, esa arquitectura donde se ejerce la prostitución desde hace siglos, sigue manteniendo en el siglo XXI, unas connotaciones de poder muy concretas: el control del cuerpo y de la mirada en un espacio destinado a realizar un oficio. Y en ese quehacer “cotidiano”, que ha funcionado casi de la misma forma a lo largo de la Historia, es el contenedor de una parte significativa de nuestras sociedades. En este caso, el posicionamiento a la hora de mirar ese lugar, desde la comodidad de la distancia, se asemeja a la del sujeto-pasivo anestesiado de imágenes, a la del espectador que suplanta la acción por la mirada, a un “voyeur” que no obtiene placer con sus actos. El secreto del prostíbulo se volvió industria y así conocemos los resortes más vulnerables de la sociedad.

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